11 nov 2011

¿Por qué la Gran Guerra se rememora con amapolas?


La costumbre de relacionar las amapolas con la guerra viene de la época napoleónica, cuando un escritor se percató de que el territorio anegado tras un conflicto se cubría de estas flores en primavera. Durante la Gran Guerra, el teniente coronel John McRae, médico canadiense, escribió el poema En los campos de Flandes, en el que establecía esa misma relación. La composición se hizo célebre y la amapola se convirtió en el emblema de los fallecidos en combate:  

En los campos de Flandes las amapolas crecen 
entre la hilera de cruces,
que marcan nuestro lecho; 
y en el cielo
las alondras, aún cantan valientemente, el vuelo
es apenas escuchado entre los cañones de abajo... 


Así, el día del aniversario del armisticio, el 11 de noviembre, los británicos se colocan una amapola –poppy– de papel, en recuerdo de los fallecidos en la Primera Guerra Mundial. Con ella también conmemoran a otros soldados que perdieron la vida en conflictos posteriores, como la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de las Malvinas o la Guerra del Golfo. Las poppys son confeccionadas por los veteranos de la guerra y vendidas por representantes de la Real Legión Británica, una organización formada por supervivientes de todas las guerras.

Por su parte, en Somme (Francia) cada primero de julio se arrojan amapolas a un inmenso foso conocido como la Grande Mine. El agujero –de 30 m de profundidad y 100 m de diámetro– lo dejó una mina colocada bajo las líneas alemanas, que estalló a las 7,28 h del 1 de julio de 1916, antes de la ofensiva de infantería que dio inició a la batalla del Somme. En este punto, ese mismo día y a dicha hora se realiza anualmente tan emotiva ceremonia.

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